jueves, 9 de febrero de 2012

…para recordar cuando me presenté a Hermano Mayor de la Hermandad del Rocío


Aquel no era mi momento, eso quedó claro desde primera hora. ¿A dónde iba un joven de 32 años a coger las riendas de una hermandad tan grande? Sin embargo, ahora que aquello se puede mirar con la perspectiva que otorga el tiempo, sí que es cierto que era algo que tenía que pasar. 

La Hermandad del Rocío de Almería estaba atravesando uno de sus peores momentos con una Junta Directiva agotada por el esfuerzo de la construcción de la casa hermandad de la aldea, en el momento de mayor fractura interna entre los hermanos y, para colmo, sin nadie que se presentara a Hermano Mayor. Se prorrogó el plazo de presentacón de candidaturas y empezó a planear sobre nuestras cabezas el miedo a que fuera una gestora elegida desde Palacio la que se hiciera cargo de la hermandad y eso no se podía permitir porque dice muy poco a favor del colectivo rociero almeriense.

La Virgen del Rocío sabe que la devoción de los almerienses es sincera y que, en situaciones así, es preciso activar algún resorte para volver a poner el mecanismo en funcionamiento. Por otro lado, yo no quería ver a mi hermandad en manos de una gestora y, antes de que eso sucediera, estaba dispuesto a presentarme como candidato y coger las riendas de la hermandad si llegaba a darse el caso.

Fue una decisión valiente pero errónea a título personal. Yo no estaba preparado para hacerme cargo de la hermandad y muchos de mis hermanos rocieros reaccionaron ante el riesgo que preveían. ¿Era ese el plan de la Virgen?, ¿que mi inquietud fuera el resorte? Ni lo sé ni soy quién para autoproclamarme “herramienta divina” pero, sea como fuere, mi decisión de presentarme a Hermano Mayor sirvió para que la Hermandad reaccionara, recobrara la vida.

De la noche a la mañana la hermandad rociera almeriense era un hervidero: unos a favor de que mi propuesta de Junta directiva prosperara y otros en contra pero, indiscutiblemente, todos movilizados. Enseguida se organizó una candidatura paralela y, de la apatía inicial, se pasó a la presencia de dos personas dispuestas a entregarse a la Hermandad con sus equipos humanos correspondientes. De no haber nadie se paso a la presencia de más de treinta personas decididas a trabajar por la hermandad. Por eso no me arrepiento de haber dado aquel paso. Porque, a día de hoy, soy consciente de que lo importante no era ganar aquellas elecciones sino que, en realidad, lo importante era mi inquietud inicial; Impedir que la apatía dejara a la Hermandad sin capitán y sin rumbo.

Aquella campaña electoral fue un duelo fratricida en el que los jóvenes que nos habíamos organizado recibimos leña por todas partes. Por eso hoy quiero pedir perdón a todos los que, por mi culpa, estuvieron de mala manera en boca de los demás. No se merecían las descalificaciones a las que fueron sometidos por el simple hecho de confiar en mí y de, como yo, querer a la Hermandad de Almería. Que yo no estuviera preparado para el cargo que perseguía no significa que los demás tampoco lo estuvieran y, además, las buenas intenciones y las nuevas ideas no deben ser abatidas con tanta dureza porque eso es lo que provoca la tensión que, entonces, tenía tan dividida a la hermandad.

La noche de las votaciones se puso de manifiesto muchas realidades. Por un lado el resultado electoral (93 votos para Miguel Tijeras contra los 65 obtenidos por mi candidatura) reflejaba que más del 40% de los hermanos habían participado en aquella votación. Un porcentaje muy elevado si tenemos en cuenta el porcentaje habitual de participación en los procesos electorales de nuestras hermandades y cofradías que ronda a duras penas el 20% del censo de cada una de ellas. De ese importante número de hermanos, otro 40% me mostraban su apoyo a pesar de mi inexperiencia y ponían de manifiesto que, efectivamente, existía una fractura importante en el seno de la hermandad pues, ante dos listas tan opuestas, casi la mitad de los hermanos se decantaban por cada una de ellas.

Era la segunda vez en la historia de la hermandad que se presentaban dos listas para unas elecciones y, a todas luces, se puso de manifiesto que una de ellas nació única y exclusivamente para evitar que saliera elegida la que yo encabezaba, como lo demuestra el hecho de que el numero uno de la otra lista no estaba decidido. Primero Luis Vizcaíno, que decidió abandonar sabiamente la contrapropuesta, y, después, Miguel Tijeras, que se encontró con el papelón de rebote y que fue quien terminó pagando la desconfianza que algunos hermanos tenían en mi persona. Miguel fue un buen Hermano Mayor pero, si por él hubiera sido, seguramente ni se habría presentado a aquellas elecciones.

Hoy no me importa reconocer que me equivoqué de cabo a rabo con aquella decisión y que no di un solo paso a derechas para ganarme la confianza de nadie. No consulté con nuestro Consiliario, no consulté con el Hermano Mayor saliente para conocer la letra pequeña de la responsabilidad de formar una Junta Directiva, no supe evitar que la desconfianza fuera el principal valor que sobrevoló aquellas elecciones, no supe ver el “juego sucio” con el que se nos estaba presionando desde el otro lado y, finalmente, tampoco supe asimilar mi derrota en un primer momento. Estaba ciego de rabia porque no entendía que se cebaran contra mí cuando mis intenciones eran tan nobles. Ya sabéis… Las cosas no se resuelven en caliente, hay que contar hasta diez antes de abrir la boca…

Miguel Tijeras fue un Hermano Mayor de transición, un personaje necesario para dirigir a la hermandad mientras ésta asimilaba la evidente división de sus hermanos. En ese tiempo se fue forjando la que sería la siguiente Junta Directiva, la de Raquel Criado. Una Junta que ha sabido incorporar a la juventud en el trabajo de los rocieros almerienses en comunión con los mayores. Una Junta que, poco a poco, ha conseguido limar las asperezas que existían y que está consiguiendo borrar esa división otrora tan evidente. Aparte de que, a nivel personal, Raquel me está enseñando cuáles fueron todos mis fallos. A los dos nos mueve la misma inquietud y perseguimos iniciativas muy parecidas, pero ella sabe cómo hay que hacer las cosas y yo, cuando me presenté a Hermano Mayor, no sabía hacerlas.

Mi padre fue el primero en oponerse a que me presentara a Hermano Mayor y, de hecho, no acudió a depositar su papeleta el día de las votaciones. Valoraba mi buena intención pero sabía cuáles eran mis limitaciones. Y yo, como hacemos todos los hijos, no supe ni quise escucharle porque me cegué en querer demostrar mi valía y que todos los demás se equivocaban. Afortunadamente, estando aún vivo le reconocí que lo mejor que me pudo pasar fue perder aquellas elecciones y él, orgulloso de mí, me dijo que ya llegaría mi momento pero que no tuviera prisa.

¿Volveré a presentarme a Hermano Mayor de la Hermandad del Rocío de Almería? Yo creo que sí. Es tanto el amor que siento por mi hermandad que sé que le debo al menos tres años de trabajo, esfuerzo y sacrificio para glorificar su nombre y el de la Santísima Virgen del Rocío. Pero, de momento, aún tengo muchas cosas que aprender antes de que eso ocurra.

4 comentarios:

  1. José has realizado una tarea de humildad y valentía escribiendo este post. Me ha resultado emotiva. Has aprendido la lección. Llegaras a ser un buen Hermano Mayor.
    No te olvides..cuando hagas el Camino que en Gines tienes un viejo amigo del colegio.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Me han gustado tus reflexiones. No dudo que llegara tu momento.

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar