Ha tenido que pasar una semana para poder encontrar un hueco
en el que hacer una evaluación personal de lo que, para mí, ha dado de sí esta
Semana Santa de 2015. Os aviso de antemano que, esta entrada, va a ser larga.
Lo digo por si… En fin, ya sabéis por qué lo digo que yo, por mí, encantado de
que os quedéis hasta el final.
Dicen que no hay dos Semanas Santas iguales, y es verdad. No
solo cambian las cofradías sino que, también, existe la posibilidad de que sean
tus ojos la que la vean de otra manera. ¡Y mira que hay maneras de verla!
Normal que, cada año, estemos ansiosos por que lleguen estos días que nos
cambian la vida durante una semana. Una semana que sabe a gloria.
Esta Semana Santa me la he tomado con un talante totalmente
diferente al de otros años a distintos niveles y ha sido bueno. ¿Recordáis que,
hasta el año pasado, había creído que se le puede caer bien a todo el mundo y
que si había gente que me criticaba y que bla bla blá? Este año me ha importado
más bien poco. Pero no porque les desprecie y no me importen sus vidas, que va,
ha sido porque el tiempo ha ido destapando verdades y he palpado en las calles
dónde se sitúan los límites de la credibilidad cofrade. Y como, en mi opinión,
están en valores muy acertados, he podido quitarme esa preocupación de la
cabeza y dejar así más espacio para vivir emociones. Que es lo que más me gusta
en Semana Santa.
Otro aspecto que he cambiado ha sido el profesional. Por un
lado con algo tan básico como llevar encima un ordenador portátil pequeño (en
realidad es una Tablet con teclado) y al que ¡Le funciona la batería! Me ha
servido para ahorrar tiempo y, al hacerlo, he ganado más minutos para vivir
emociones. Que es lo que más me gusta en Semana Santa.
Otro aspecto interesante ha sido que, este año, he tenido la
oportunidad de contar con nuevas caras en el set de la tele. Personajes como
Antonio Andrés Díaz Cantón, Antonio Salmerón Gil o Luís Criado del Águila son
de los que pueden contar muchas cosas de Semana Santa de las que no sé, gente
de la que se puede aprender y eso es bueno. También están, por supuesto, los
que son ya como de la casa, amigos, y que también aportan a mi conocimiento.
Incluso ha habido algún que otro marmolillo con un corazón de oro pero con una presión
insuperable con quien no he llegado a poder conectar. Y también están los que
no han estado, esto va por ti, Manolo, y a los que he echado de menos.
Y, por último, está José Ramón. Comentar el tránsito de
Prendimiento y de La Caridad con él ha sido una experiencia alucinante. Nos
conocemos desde hace veintiocho años y se me llena la boca al decirlo. No
somos, ni mucho menos, de vernos a diario. Incluso nos fallamos con más
frecuencia de la habitual (quien conozca a José Ramón sabe de lo que estoy
hablando) pero, cuando tenemos un rato para estar juntos, conectamos de tal
manera que, esos veintiocho años, se convierten en toda una vida de Semanas
Santas. Toda una vida de experiencias y emociones que poner sobre la mesa para
sumarlas a las que nos transmiten las que nos están brindando también esos
precisos momentos. Una explosión de emociones vivas. Algo que, no sé si os he
dicho, es lo que más me gusta en Semana Santa.
La cuestión es que, como norma general, este año he estado
mucho más tranquilo y sin tanta presión en el set de la tele. El no preocuparme
por el “qué dirán” sobre mí (que es deporte nacional cofrade. Atacar a las
personas a nivel personal por disparidad de criterios o de opiniones es algo
muy extendido y bastante poco constructivo. Qué, como leí en cierta ocasión, “lo
que Pedro dice de Juan, dice más de Pedro que de Juan”. (NOTA: Y que quede
claro que el “qué dirán” profesional sí que me interesa porque puede ayudarme a
mejorar)) Y el tener más tiempo para vivir emociones ha logrado quitarme muchas
presiones. Tanto es así que, hasta el Jueves Santo cuando (de sorpresa) se me
sentó el Alcalde al lado para hacerle la entrevista correspondiente, en
realidad lo que hice fue charlar con él de Semana Santa. ¿Flojita la charla? Seguramente,
yo también lo creo. Pero esos son mis límites y los asumo o, tal vez, es que me
exijo más porque creo que puedo darlo.
Ahora, que también puedo contaros todo lo contrario y
exponer los malos momentos que he vivido y que, afortunadamente, se reducen a
uno. Sí, el de todos, el Jueves Santo…
A pesar de que me quedé sin ver en directo el momento en el
que un palio, el del Rosario del Mar, cruzaba el dintel de la Patrona
escribiendo un capítulo histórico de nuestra Semana Santa y que fue algo que
lamenté muchísimo pero que asumo por responsabilidad, la verdad es que a
priori, la hora tempranera de la cofradía no iba a suponerme un problema a mi, habitualmente
atascado profesionalmente, Jueves Santo. Hice el periódico y la tele antes de
ir a ver salir a Las Angustias con lo que podía mantener mis horarios
anteriores que, aunque ajustados, seguían funcionando.
Dije y digo que Las Angustias salió tarde. Me dicen que no,
que el horario facilitado estaba mal. Y comienza mi calvario… Les veo salir,
vuelvo al set a escribirlo, y se me hacen las nueve antes de darme cuenta.
Vamos al directo del Encuentro, pasa Carrera Oficial y, a las diez, me pongo
con la crónica para el periódico y con la del Silencio sin terminar. Dan las
once y volvemos al directo porque, aunque no veamos la Cruz de Guía de Angustias
por General Tamayo, así nos da tiempo a meter las colas de la salida antes de
que volvamos con su tránsito por el Paseo. Pero terminan las colas y Las
Angustias no está…
Aquí es dónde mi
apretado horario laboral del Jueves Santo se rompe. No puedo terminar las
crónicas de Encuentro y Silencio porque tengo que contar en directo lo que
ocurre o, más bien, no ocurre, con Las Angustias. Y pasan los minutos y no
tienes ningún invitado que pueda contar algo y que te deje arañarle segundos al
reloj para escribir. Fue un rato de mucha presión que, finalmente, se superó
pero que deja heridas. No me gusta, ni la presión con la que me levanto cuando
es Jueves Santo, ni, sobre todo, hacer perder el tiempo de otras personas. Y
tampoco me gusta el no saber cómo resolverlo.
¡Ah! Que pensabais que iba a dar mi opinión sobre lo que
pasó el Jueves Santo… Pues también la doy, que ya sabéis que soy de teclado
fácil…
Es culpa de todos menos de dos. Ni Encuentro ni Silencio
tuvieron nada que ver. Es más, de Encuentro haré un apunte ahora cuando termine
este párrafo. Que si Angustias taponó al Rosario en la Catedral, que si el
Rosario taponó a Angustias en la Patrona, que si la Agrupación no hizo nada,
que si estaba pactado… Pasó, y no debe volver a pasar. Que cada cual se
pregunte ¿Qué pude hacer yo y no hice? Y, luego, que lo ponga en común con
todas las partes implicadas y construyan un consenso. Hace poco publiqué un
post en el que decía que “si no construimos un proyecto común, seguiremos
estrellando nuestros proyectos individuales” y me mantengo en esa postura. Ya
va siendo hora de que dejemos de mirarnos el ombligo, de que dejemos de buscar
nuestro propio beneficio como hacen políticos corruptos y demás personajes que
desdeñamos y hagamos lo que tenemos que hacer y que todos tenemos, o deberíamos
tener, muy clarito: Una Semana Santa tan grande como se merece Dios, que es por
quien hacemos todo esto. No lo olvidéis.
¡Ah! ¡Sí! Lo que os iba a decir del Encuentro…
Algo está cambiando en esa hermandad, es evidente. Si algo
me ha quedado claro este año es que El Encuentro de ahora no se parece en nada
al de antes. Os voy a contar algo… El hecho de que Francisco Sierra no haya
sido quien se ha sentado en el set y que, por el contrario, la hermandad haya
designado a alguien me ha servido para reflexionar. Sabéis por dónde vienen los
tiros, ¿No? Que sí… A la Hermandad no le ha gustado que se digan ciertas cosas
sobre ella. Cosas que yo no pongo en duda porque Francis tiene toda la
credibilidad para mí. Pero es verdad, los trapos sucios hay que lavarlos en
casa aunque airearlos sea la única forma de crear conciencia y opinión sobre
una realidad o, para ser políticamente correctos, presunta realidad. Pero
también es verdad que, la actual directiva de la Hermandad, tiene un talante
que invita a darles un voto de confianza. A lo mejor os parece una chorrada
pero la túnica blanca del Nazareno a mí me dice muchas cosas. Y lo de quitarse
de en medio en la calle Real modificando in extremis su itinerario es algo que
cualquiera haría de verse en las mismas pero que, por haber ocurrido, es digno
de agradecer y reconocer. Esto que digo no es un “ni los buenos son tan buenos,
ni los malos son tan malos” sino que, más bien, tiene tintes de tirar por un “arreglad
vuestros fallos porque todos tenéis buena pinta y hacedlo juntos, como hermanos,
por el bien de la Hermandad”.
¡Mira! Eso me recuerda a otra…
¡Qué Martes Santo más bonito! ¡Por el AMOR de Dios! No voy a
descubrir Roma si os digo que, la Hermandad del Amor, también tiene sus cosas. Está
claro. Pero sí que os puedo contar lo que me supuso vivir el Martes Santo con
mis hermanos. Si habéis leído la crónica de IDEAL de este año, “El Amor todo lopuede”, tendréis una visión aproximada de las emociones del momento. Pero no de
todo lo que encerraban.
Desde que Juan Antonio García López ganó las elecciones y
contó conmigo para construir su proyecto, el proyecto de todos los que estamos
cerca de la hermandad, hemos tenido que hacer muchas cosas. Hemos compartido
muchas horas juntos viviendo hermandad y estrechando lazos con la misma
intención, con el mismo objetivo: Darle a la Hermandad del AMOR lo mejor que se
merece y haciéndolo de manera coherente y responsable. Todos esos momentos
vividos se te vienen a la mente cuando ves a tu hermandad hacerse cofradía y
salir a la calle. Es el resultado de tu trabajo, de tus esfuerzos, de tus
cariños y es material altamente sensible. Y, con todo lo que hemos tenido que
aguantar, con todo lo que hemos tenido que hacer, que sacrificar, cuando ves un
cortejo tan extenso, un desfile tan mimado y un cariño tan grande de la calle ante
la extraordinaria adversidad en forma, o ausencia, de palio de estrellas, todas
esas horas que la cofradía está fuera y todas las que pasan hasta que el último
candelabro de cola vuelve a estar en el coro de San Sebastián, son pura
emoción. Y, este año, ha sido vibrante.
Por cierto, y por eso de que no tengo medida y, al final,
siempre la lío. Este año hasta os voy a contar algunas perlas de las que he
tenido que escuchar y que, como decía al principio, no me preocupan por eso de
la credibilidad y, dicho sea de paso, porque me conozco bastante bien y sé cómo
soy, que os van a hacer gracia. ¿Sabéis que hay quien cree que soy el que, en la
sombra (y con la complicidad de Juan enrique Ureña), dirige los hilos del Amor
y maneja al Hermano Mayor? Pues espérate que hay más… Que resulta que este año
la Virgen ha salido sin palio por capricho de la Hermandad. O sea… ¡Mío!
Vamos a ver… Y que se den por aludidos quienes crean que
deben hacerlo porque, efectivamente, lo digo por ellos.
En ningún momento, para vuestra tranquilidad, hemos pensado
ni dicho en voz alta que hayáis roto los varales. Y no lo hemos dicho porque no
habéis sido vosotros. Esos varales se han roto porque tenían que romperse,
porque se les ha dado mucha machaca durante treinta años y nunca se habían
restaurado. ¿Qué personalmente pienso que, el año pasado, se les dio más de la
cuenta? Sí, lo pienso. Pero eso es malo por los varales, no por cómo trabajéis vosotros,
que tan solo es cuestión de gustos y nunca he dicho que no me guste. Trabajáis
del mismo modo en otros pasos ¿Me habéis escuchado criticarlo? No, ¿Verdad?
Pues eso… Otra historia es que, también a título personal, no me guste ese
trabajo para el palio del Primer Dolor por otras razones que, insisto, son
gustos y, como gustos, colores.
Otra cosita… Nuestra Señora del Primer Dolor ha salido sin
palio por capricho de la Virgen, no de la hermandad y, ni mucho menos, mío que
soy quien dirige los hilos en la sombra. Lo digo porque recuerdo perfectamente haber
utilizado esa palabra en la tele y, básicamente, lo que dije fue que “…Este año
ha salido sin palio, por capricho de la Virgen…”. Bueno pues, cuando aprendáis
a diferenciar entre el uso literario de las palabras y su uso literal, volvemos
a hablar del tema si os apetece.
Y, por último, y para reírnos todos un poco… Si pensáis que
soy capaz de manejar a nadie, no quiero ni pensar las intrigas que os van a
envenenar cuando os diga que estoy en una de las listas que se presentan a la
agrupación. ¡Anda que si ganamos!... ¿Qué? ¿Voy a hacer una Semana Santa a mi antojo?, ¿De verdad os lo podéis
creer? ¿Esa imagen de manipulador intrigante es la que os doy? Vale que tengo
una cara de mala leche que no puedo tirar de mi alma pero, por favor, ¿Tan poco
me conocéis? Y, sin conocerme, ¿Con tanta gratuidad habláis de mí y esperáis que os crean?...
Y, para que todos aquellos que aún siguen leyendo esta
entrada y a quienes les agradezco de corazón esta muestra de cariño, sepan como
soy voy a seguir dejando por aquí mis sentimientos y mis emociones en palabras
que, al estar escritas, no se las llevará el viento.
¿No os ha pasado nunca que, al estar frente a tu Cristo o tu
Virgen, habéis tenido la sensación de estar “muy lejos” de ellos? Sí… Eso de
que tienes tu ratico de intimidad y reconoces tus miserias y eres consciente de
que no te implicas tanto como debieras y hasta, al verles en la iglesia sobre
su paso, te duele que no se te encoja el corazón tanto como debiera… A mí me
pasa, os lo confieso. Sin embargo, Dios es tan grande que sabe cuándo tiene que
encogerte el corazón y arrancarte el pellizco para que recuerdes que estás
equivocado y que le amas más de lo que tú mismo eres capaz de imaginarte.
A mí me lo ha encogido con la Merced en Catedral con “Triana
de Esperanza” y en el Paseo con “Madrugá Macarena”, con la salida del Amor, me
lo ha encogido viviendo con José Ramón Prendimiento, con el Cristo del Camino
en la calle Virgen del Rocío (que, ahora que me doy cuenta, me parece tan
curiosa como simbólica la advocación del Cristo y su relación con el nombre de
la calle), con todas las horas de Paseo viendo a todas nuestras cofradías y
aprendiendo de la experiencia de otros cofrades, con mis momentos de
disfrutarlas en la intimidad de la acera, con mi ratico de Viernes Santo y Soledad en la calle Tiendas,
con la Vigilia Pascual y con un Domingo de Resurrección que es un punto y final
a una semana de emociones vividas tan alegre e intensa que hasta lo prolongué
por tres veces para que no terminara. Un Domingo de Resurrección que, además,
me trae un inconfundible aroma a Rocío, quien es el gran amor de mi vida.
Y entonces compruebo que Dios me conmueve, que no estoy tan lejos
de Él como pensaba y que me gusta todo lo que me da porque son todo cosas
buenas. Por eso me encanta la Semana Santa, porque son emociones que me acercan
a Dios. Emociones que me encanta vivir y que me gusta compartir porque las
cosas buenas, más si vienen de Él, hay que compartirlas.