Cuando conocí la noticia de que la nueva Junta de Gobierno
de la Hermandad Matriz del Rocío de Almonte estaba presidida por Juan Ignacio
Reales y que, en su equipo, aparecían otros nombres que ya me resultaban
conocidos (Encuentro de Jóvenes Rocieros 1996, 1997) como son el de Santiago Padilla o el de Manuel Gordillo, sentí una
satisfacción inmensa porque supe que, con ellos, la romería iba a evolucionar
para adaptarse y resolver los problemas que la comenzaron a ahogar hace unos
años y que requerían una actuación valiente para ser resueltas.
La primera noticia que llegó al universo rociero fue la de
la admisión de nuevas hermandades filiales y la de la modificación de la presentación de hermandades de cara a la romería de 2013. Entonces supe que,
como pasara en otras ocasiones de las que he tenido oportunidad de conocer gracias
a un trabajo literario de S. Padilla, llegaba un nuevo cambio generacional al seno
del Rocío y de la Hermandad Matriz que iba a traer prosperidad a la devoción
rociera.
Después de disfrutar de la brillantez de los primeros
compases de la romería de este año, con una presentación de hermandades
inolvidable, una Misa de Pontifical tan solemne y profunda como la festividad
de Pentecostés se merece y con un rosario de hermandades que, por fin, ha
superado los escollos de finales del siglo pasado y se ha asentado como uno de
los actos más vistosos de la romería (sin perder por ello su significado religioso)
llegó el momento culmen de la romería; La procesión de la Virgen, y, con él, la
última novedad que ha desarrollado la nueva Junta de Gobierno de la Hermandad
Matriz y que, de nuevo, ha resultado ser un acierto.
Vi la salida de la Virgen desde la marisma y lo primero que
me sorprendió fue que, allí fuera, se percibía perfectamente el clima de “calma”
que se vivía en el interior de la ermita. Nada que ver con la euforia y
nerviosismo que, en años anteriores, ha salpicado el salto de la reja y el
inicio de la procesión con tintes de “fanatismo”, “bestialismo” y otras
lindezas de las que los laicos le están dedicando con tanto énfasis en la
actualidad a todo lo relacionado con la Religión.
Luego, en la calle Almonte (y después de que la Virgen
bendijera a Almería con su visita), decidí meterme a llevarla tras varios años
sin hacerlo, y cuál fue mi sorpresa cuando me encontré con decenas de camisas
blancas alrededor del paso velando por la Virgen y por los hijos que la
portaban. Solo estaba Almonte debajo de la Virgen y los forasteros lo teníamos
complicado para meternos sin contar con ellos. Un amigo me contó que había
pillado un par de “tarascás” en la cara y, como siempre, me apenó. Pero no
porque piense que es un acto de bestialidad que un almonteño termine por darle
una guantá a un forastero sino por todo lo contrario, porque no me parece de
recibo que un forastero intente por la fuerza conseguir algo que, en justicia,
solo corresponde a los almonteños.
Estuve alrededor del paso durante más de una hora,
dejándome ver, colaborando fortuitamente cuando algún almonteño creía
conveniente contar conmigo para contener a la muchedumbre y nunca intenté
llegar a los varales abusando de mi envergadura (metro noventa de tío). Si la
Virgen estimaba oportuno que cogiera sus varales y ayudara a sus hijos,
llegaría ese momento. Y, si no pasaba, al menos habría tenido la oportunidad de
colaborar mientras que disfrutaba de la cercanía de la Virgen y de su divina
belleza y mientras le contaba todas las cosas que, como rociero y como hijo,
quería compartir con Ella este año en el mágico momento de la procesión.
No pasó. Ni me agarré al varal ni metí el hombro en el
costero. Solo tiré de los almonteños que estaban agotados para ayudarles a
salir de debajo del paso y, con todo el respeto del mundo, compartí con Almonte
la satisfacción de participar de esa manera en la procesión.
Luego saqué mis conclusiones y, por eso, es por lo que
quiero felicitar a Almonte. Que una cuadrilla tan amplia de almonteños de todas
las edades trabajara de manera coordinada para insuflar aire a los hermanos que
cargaban con el paso, que tuvieran tan claro qué y cómo hacer si el paso iba al
suelo y que se les viera “otra mentalidad” mucho más sosegada que en años
anteriores es señal de que existe una evolución.
La Virgen es de los almonteños, es su patrona, y es Almonte
quien tiene el privilegio de pasearla por la aldea y quien, como anfitrión, se
preocupa de que, de manera organizada, también haya un hueco para los
forasteros bajo el paso. Los forasteros no podemos entrar por la fuerza, ni
podemos compararnos con los almonteños solo porque creamos que nuestro amor por
la Virgen es igual que el suyo. Ya lo he dicho antes, hay que conocer la historia de este pueblo con su patrona para entender que, aun siendo todos
rocieros (almonteños y forasteros), los almonteños la quieren de una manera
especial que casi podría afirmar que viene definida en su ADN y que su posición
de “pueblo elegido” por la Virgen del Rocío es la que justifica que ellos sean
sus guardianes legítimos.
He visto a los almonteños preocupados de verdad por hacer
las cosas bien y con orden. Hasta ahora Almonte defendía su derecho de llevar a
su Patrona con las entrañas y con el corazón pero este año, además, han empezado
a hacerlo también con la cabeza en igual medida y el resultado es ya conocido
por todos los rocieros. La Virgen ha procesionado mejor que nunca y eso es un
hecho. La procesión del año pasado fue el punto de inflexión, la evidencia de
que las cosas no se estaban haciendo todo lo bien que se podían hacer y la
llamada de atención para tomar las medidas oportunas para resolverlo. Y,
después de arreglar el paso de la Virgen, se ha arreglado también el
comportamiento de sus hijos alrededor de las andas.
Felicito a Almonte porque ha organizado y celebrado de un
modo brillante la romería de 2012 (a todos los niveles y desde todas las
instituciones) y felicito a los almonteños porque siguen ofreciendo a los
forasteros la posibilidad de participar de la Fiesta en toda su amplitud. Se
han sentado las bases de un nuevo modelo de procesión, muy similar a la que
conocíamos hasta ahora pero mucho más ordenada. Almonte ha vuelto a hacer los
deberes para que todos disfrutemos del Rocío. Ahora nos toca a los demás asimilar
las nuevas normas, entender que, aunque a algunos les puedan parecer irracionales o
autoritarias, son las mejores para garantizar que la romería siga siendo de
todos y tenemos también que colaborar con el pueblo de Almonte para que ellos
mantengan su privilegio, el de portar a su Patrona cuando sale en procesión. Si
respetamos a Almonte, Almonte nos devolverá a cambio romerías tan brillantes
como la de este año. Y creo que éste es un trato que nos conviene a todos los
rocieros porque está hecho para construir en la Fe, no para dividir entre
hermanos.
¡Felicidades Almonte! ¡Felicidades a la Hermandad Matriz!
¡VIVA LA VIRGEN DEL ROCIO!