A mi padre se lo debo todo. Seguramente todos habréis escuchado a
alguien decir esa frase refiriéndose a sus progenitores pero son
pocas las ocasiones en las que nos detenemos a pensar en el verdadero significado
de esas cuatro palabras. Yo he tenido que perder a mi padre para entender lo que
verdaderamente significan y, ahora que ya lo sé, es cuando las vuelvo a decir a
boca llena y, por supuesto, en mayúsculas. SE LO DEBO TODO.
Podría empezar enumerando los detalles más insignificantes
pero que son igual de valiosos que cualquier otro. La ropa que tenía para vestirme de
niño, el calzado apropiado para cada circunstancia, un techo para cobijarme,
una despensa llena…
Luego descubrí que, también gracias a él, tuve la
oportunidad de disfrutar durante mi niñez del verano de un modo que no todo los
niños podían y que, aparte de darme los veranos, también me dio la
posibilidad de disfrutar de los inviernos al calor de una familia mucho más
grande, una que se llama Hermandad del Rocío de Almería, y de descubrir las bondades
del cielo gracias a una amorosa Virgen Almonteña…
Gracias a mi padre Guadix y Granada son dos barrios de
Almería en los que he jugado mil veces con mis primos como jugaba en Los Picos
y en Aguadulce. Y también gracias a mi padre he visto un burro y un caballo
pintados en una montaña cerca del Puerto de la Mora y ese secreto lo sabe muy
poca gente.
Pero aún quedan muchas más cosas que le debo a mi padre…
Gracias a él no me di cuenta de que mi madre no estaba.
Aunque ella ya no estuviera en casa el funcionamiento de la familia siguió
siendo exactamente el mismo. Mi padre no sólo era el que abría la cartera, también era el de “voy al médico, ¿Necesitas algo?”.
Gracias a mi padre he crecido en una familia particular pero
completamente estructurada. He disfrutado de todos mis tios y de todos mis primos (también los de mi familia materna) y he tenido la posibilidad de crecer moviéndome a mi
aire pero siempre bajo cobijo. Tengo una carrera universitaria, he podido crear
mi propia familia y he salido adelante siempre con su apoyo y, en muchas
ocasiones, también con sus sacrificios. Me ha concedido muchos caprichos y nunca
me ha pedido explicaciones por nada. Gracias a su ancha, anchísima y protectora
manga, he tenido una libertad de crecimiento
que no todo el mundo ha podido tener.
Y, como le dije a mi psicólogo en su día, creo que no lo he
hecho del todo mal… Así que, si me siento orgulloso de ser quien soy, más
orgulloso me siento de que, gracias a mi padre, pueda ser como he querido.
He vivido mil experiencias con él y he aprendido que, incluso una misma situación, puede verse desde perspectivas diferentes según en qué asiento del coche vas sentado. Mi padre vino a buscarme a Cáceres realizando con ello un sacrificio pero, por el contrario, también se pegó el gustazo de acompañarme a Barcelona y a Sevilla cuando tuvo la oportunidad. Eso sin contar
el paseíto que nos dimos el día que grabé las imágenes para la promo de “Andalucía de fin de semana”.
Si es que hasta en eso soy igual que él; Tú déjame un coche
y una carretera y soy la persona más feliz del mundo. Feliz como el padre que
me hizo. Como el hombre al que mi nacimiento hizo tan feliz que no dudó en
volear a una enfermera cuando le dijeron que, mi madre, había parido un
pepillo.
Mi padre no me lo enseñó todo en vida sino que, por el
contrario, terminó de explicarme un par de cosillas con su muerte…
Primero me hizo un último regalo y me enseñó cómo el cielo
trata con un cariño especial a las buenas personas. Mi padre, aparte de la
carga que le supuso sostener una familia sin su mujer y madre de sus hijos, llevó
también sobre su conciencia hasta el último momento el peso de creerse culpable
de la enfermedad de mi abuelo; una tetraplejia producida en un accidente de
tráfico cuando mis abuelos se dirigían a verle cantar una misa rociera a mediados de los ochenta.
Y fue la propia Virgen del Rocío quien bajó del cielo para
quitarle ese peso…
Hace un año mi padre llegó a postrarse a sus plantas padeciendo la
misma enfermedad que le había arrebatado a mi madre, con el peso de lo de mi
abuelo, con el cansancio de haber estado luchando durante años para mantener a
su familia unida y, aún así, le quedaban ganas de pedirle a la Señora que le diera fuerzas
para seguir protegiéndonos.
Pero la Virgen le propuso otra cosa. Después de recordarle
que ya lo había hecho todo en esta vida y que, incluso superando las más difíciles
situaciones, lo había hecho bien, le invitó a que descansara y a que se quedara
junto a Ella en las marismas eternas. Se lo merecía. Se merecía dormirse en la
aldea y hacerle con ello un regalo por su vigesimoquinto aniversario a su
querida hermandad de Almería.
Y mi padre se durmió en el Rocío y la casa hermandad de
Almería se convirtió en puerta del cielo…
La segunda lección aprendida ha sido más bonita incluso que la
primera. Y es que, desde la perspectiva que otorga esta nueva realidad que hoy
cumple su primer aniversario, tengo la posibilidad de ver con una claridad
meridiana cuál ha sido la historia de mi padre, cuál ha sido su comportamiento
conmigo y con todos los suyos, y cuál ha sido su recompensa. Ahora ya sé que tipo de persona quiero ser el resto de mi vida; Una que sea lo más parecida posible a mi padre.
Así que después de ver todo lo que me ha enseñado y todo lo que
me ha dado, es normal que hoy quiera honrarle como se merece.
Gracias papá por darme la vida y dejarme vivirla a mi manera, por darme esta familia y por
darme esta Fe. Como decía al principio de esta entrada TE LO DEBO TODO.