jueves, 26 de enero de 2012

...para apoyar al cura de GH 12+1

 
Estamos viviendo un tiempo en el que parece que ser cristiano es malo. Se persigue a la Iglesia, a su comunidad, planea sobre ella el fantasma de la pederastia, de la riqueza desbordada… Parece que a todos se les olvida que España, aun siendo un estado aconfesional, tiene una población de más de 30 millones de católicos y lo que ocurre es que, como en la mayoría de los casos, a los que más ruido arman es a quien más se oye indistintamente de que puedan tener razón o de que no la tengan… Pues ahora hay un cura en un reality televisivo y, ese hecho, está generando mucho follón. ¿Y eso… Es bueno o es malo?


A mi me parece genial que un hombre de Dios se mezcle con la sociedad hasta el punto de participar en un concurso como este. Que un sacerdote haya superado un casting al que se han presentado más de 70.000 personas nos anuncia que, para empezar, este hombre es televisivo. Incluso podríamos decir que es un producto que vende y que esa es la razón por la que se ha colado en la casa de Guadalix y por la que una televisión privada ha apostado por meterlo: porque genera audiencia…

Pero es que, además, Juan proyecta una imagen moderna de la Iglesia. Es un cura motero que, perfecta y paradójicamente, podría pertenecer a los “Angeles del infierno” y eso le hace aún más interesante. Juan tiene la oportunidad de acercar la Iglesia a la sociedad, de mostrar otra imagen de la Iglesia que muchos no esperaban, que se aleja del tópico de la sotana y las hostias pero que mantiene intacto el espíritu cristiano; Ese que persigue el amor, la tolerancia, el compromiso y la entrega al prójimo indistintamente de que, quien lo practique, lleve mitra o chupa de cuero.

Para hacer Iglesia no es necesario que Juan oficie misas, basta con destacar y poner en práctica los valores del cristianismo. Además, su imagen moderna nos predispone a tener un buen concepto de él porque, de algún modo, a todos nos gustaría que la Iglesia llegara a ser tan moderna como lo es el bueno de Juan. El es la prueba de que no se puede medir a todos los curas con el mismo rasero lo mismo que es la prueba de que, en el seno de la Santa Madre Iglesia, hay almas inquietas que quieren evolucionar y sacar a la Institución del ostracismo y el letargo en que se encuentra.

Yo suelo justificar algunos comportamientos de la Iglesia argumentando que, lamentablemente, la Iglesia no avanza a la velocidad de Dios. Y creo que realmente es así... Dios está en cada uno de nosotros, es lo que nos enseñan, y nosotros podemos ser homosexuales, heterosexuales, de izquierdas, de derechas, apolíticos, hippies o tiburones ejecutivos… Pero todos llevamos un cachito de Dios dentro y esa es razón más que suficiente para proclamar que, en la Iglesia, cabemos todos, si queremos.

Con su presencia en el concurso, Juan ha abierto un debate muy interesante: El alma y la carne no tienen por qué estar reñidas aunque parezcan, en ocasiones, polos opuestos. Y me encanta que estas cosas ocurran porque nos invitan a todos a reflexionar, tanto a los de un lado como a los de otro… ¿No será mejor buscar el equilibrio que andar siempre a la gresca?

No sé si ganará el concurso aunque tengo claro que eso no dependerá exclusivamente de su condición de cura sino, sobre todo, de la de persona y concursante. Pero, si ganara, me iba a dar un alegrón porque sería una bonita forma de plasmar ese equilibrio que defiendo.

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